Juez federal Daniel Rafecas: “La Shoá fue un crimen contra toda la humanidad”

Posteado el Lun, 09/07/2012 - 17:35
Autor
Julián Blejmar
Fuente
Para Plural JAI

 

Parecen naturales las razones que llevan a una persona a involucrarse con el pasado y la historia de su comunidad, pero resulta interesante comprender que es lo que puede llevar a un hombre de la comunidad salesiana a implicarse tan profundamente con la historia y el análisis del Holocausto. “La Shoá no es ni debe ser considerada como un crimen particular de la comunidad judía, sino contra toda la humanidad”, dirá el juez federal Daniel Rafecas en la entrevista que mantuvo con Plural JAI en su juzgado de los tribunales de Comodoro Py, y agregará poseer “la certeza de que estamos hablando del crimen decididamente más injusto de la historia del hombre occidental”.

Rafecas es abogado y doctor en Ciencias Penales por la Universidad de Buenos Aires, en la que actualmente se desempeña como profesor regular, y desde 2004 ejerce como juez federal en lo Criminal. Pero además, es consejero académico en el Museo del Holocausto de Buenos Aires y tiene a cargo el seminario “Ciencias Penales y Shoá” en el posgrado de la UBA. “En un principio estudié el papel de los jueces, juristas, y académicos durante período nacionalsocialista, pero muy rápidamente mi estudio sobre esos temas derivó en la dimensión humana. Si cualquier persona tiene un mínimo de sensibilidad humana, es imposible que no quede atrapada al ver la condena que el régimen nacionalsocialista le impuso a la comunidad judía europea, en una escala inasimilable, con seis millones de víctimas, donde no se hizo diferencias entre izquierdistas o derechistas, sionistas o asimilacioncitas, religiosos o conversos, y en donde no se salvaron ni los niños, ni los ancianos, ni las mujeres. Todo ello bajo cargos escandalosa y absolutamente falsos, utilizados como factor de cohesión interna del régimen totalitario, en los que se empleó a la comunidad judía europea como chivo expiatorio, acusando al pueblo judío por la derrota alemana de la Primera Guerra Mundial, de ser portador de enfermedades o estar inclinado a delitos como la desestabilización, la usura, o la explotación, identificándolo con el bolchevismo o con el capitalismo salvaje”, sostuvo.

A comienzos de este año, Rafecas publicó el libro “Historia de la Solución Final. Una indagación de las etapas que llevaron al exterminio de los judíos europeos”, el cual fue presentado en la Biblioteca Nacional con la presencia de personalidades como el ministro de Educación Alberto Sileoni y el juez de la Corte Suprema Eugenio Zaffaroni. Según expresó Rafecas, “Más allá del abordaje académico que realizo cada vez que estudio el tema de la Shoá, este aspecto de tremenda injusticia que me embarga y me indigna, fue un muy poderoso aliciente para pensar de que manera puedo contribuir a preservar la memoria, continuar con la búsqueda de la verdad histórica, y honrar a todas la víctimas de este crimen masivo. De todo eso surge este libro”.

Señala en su trabajo que no fue el desquicio o la locura lo que provocó la Shoá. ¿En que se fundamenta?
Después de haber estado investigando durante tres años, me quedó claro que este es uno de los puntos centrales del trabajo. Afirmar que la Shoá es producto de un centenar de perversos psicópatas y fanáticos antisemitas sería muy tranquilizador para occidente, y de hecho existe una deriva tranquilizadora hacia esa tesis. Pero una aproximación más realista, a partir de la secuencia y de los documentos, nos demuestran que sin ningún lugar a dudas no ha sido así, lo cual son muy malas noticias para nuestras sociedades occidentales. En esta gigantesca empresa criminal participaron de modo directo cientos de miles de perpetradores, de prácticamente todos los países ocupados, y de todos los niveles económicos y sociales. Aquí podemos encontrar agentes y funcionarios de las Fuerzas Armadas, de las Fuerzas de Seguridad, burocracias ministeriales, banqueros, industriales, o personas comunes y corrientes, todos ellos con pleno conocimiento de su participación en un genocidio. Desde este punto de partida se ponen en su exacta dimensión aspectos muy importantes que suelen soslayarse, como por ejemplo la cuestión de los discursos, porque si los genocidas fueron un grupo de convencidos y fanáticos no hacía falta operar sobre ellos, pero si lo que tenemos es cien mil perpetradores en toda Europa, muchos de ellos con cierto nivel de instrucción cultural, a todos ellos es necesario removerles sus pruritos morales y las barreras de compasión y humanidad. Y ahí aparece como una herramienta fundamental e indispensable los discursos políticos, la propaganda, el panfleto, los medios masivos, y todo un entrenamiento en el discurso del odio.

¿Esta tesis iría en otra dirección que la de la Banalidad del mal sostenida por la filósofa Hannah Arendt, que hace referencia a una burocracia que realiza una obediencia debida sin reparos morales sobre sus acciones?
Existe un debate sobre las diferentes interpretaciones de lo que expone Arendt en “Eichmann en Jerusalén”. Yo soy de los que creen que cuando se hace una lectura más amplia del pensamiento de Arendt, vinculándolo con los “Orígenes del totalitarismo” y algunos de sus otros textos, ella se refiere al espanto que le generaba, desde la mirada de la modernidad, que en la actualidad el autor de un genocidio no es un hombre de dos metros, rudo y grosero, sino que en su lugar aparece un personaje de un metro cincuenta, gris, y que habla con clichés. No tengo una mirada crítica sobre la obra de Arendt, sino todo lo contrario. Cuando Arendt habla de la Banalidad del mal, hace referencia a las matanzas administrativas, al hecho de que en lugar de un enfrentamiento directo entre la víctima y su victimario, aparece una burocracia que va a poner una distancia entre el genocidio y los perpetradores, y esa burocracia va a convertir al mal en algo banal, sistemático, rutinario, o impersonal, pero lo cierto es que a ese burócrata también hubo que removerle pruritos morales, porque él sabía perfectamente que, como lo señala el historiador Raul Hilberg, las pilas de formularios equivalían a pilas de cadáveres en el campo de exterminio. El régimen nazi trabajó sobre él, lo formó, lo capacitó, lo entrenó y lo rodeó de discursos que hacían referencia a que se estaba jugando la suerte de Alemania y la pureza de la raza aria.

¿Por qué cree que el Derecho alemán se pudo ajustar sin mayores inconvenientes al diseño del Estado nazi?
Como hombre del Derecho medité mucho esta cuestión, cómo fue posible que el Derecho haya caído tan bajo durante el período nazi. La respuesta que hallé, es que cuando se hace una mirada más amplia del contexto histórico, político, social y económico de la Alemania de los años veinte y treinta, se observa que el mundo del Derecho estaba formado por académicos y juristas que tenían claramente una pertenencia a las clases altas de la burguesía y a la elite. Ellos vieron con espanto la caída del Imperio Ruso a manos del régimen bolchevique, así como la penetración que estaba teniendo en Alemania los partidos comunista y socialista, debido a que este país era uno de los que mayor clase obrera tenía en Europa central, gracias a su fuerte industrialización. En esta alta sociedad se veía con mucha preocupación que Alemania siguiera el ejemplo del régimen soviético, y cuando uno ve la evolución de la política y la económica en los últimos años de la República de Weimar, deduce que la llegada de los comunistas al poder estaba a la vuelta de la esquina. Es así que las consignas del Partido Nacionalsocialista  de los Trabajadores y la asunción de Adolf Hitler en 1933 como canciller llevaron gran alivio a los formadores del Derecho. De hecho, la enorme mayoría de los juristas de aquel entonces recibió con aceptación y hasta con fervor la llegada del nazismo.

¿Lo consideraban como un “Estado de excepción” para enfrentar al comunismo o lo apoyaron sin siquiera reparar en la dimensión moral?
Hubo un total apoyo, porque además el mundo jurídico alemán, que era conservador e imperial, miraba al sistema democrático con desconfianza. Se creía que el régimen democrático no era necesario ni indispensable para la vida alemana, e incluso planteaba que la democracia era parte del problema que había llevado a Alemania al estancamiento y a su disolución social y económica. Pensadores como Carl Schmitt pronosticaban la venida de un fuhrer, un conductor que reparara el estancamiento provocado por la democracia.

Señala que la idea original del nazismo era trasladar a los judíos a la Unión Soviética, lo cual se vio impedido por la derrota alemana en la guerra. ¿Por qué cree que nunca se puso el acento en este punto?
En un principio efectivamente este fue el plan que dominó la escena. En la Conferencia de Wannsee se presenta el plan Siberia y aparece claramente en los documentos que este proyecto, que consistía en deportar a todos los judíos a Siberia de la mano de la victoria ante la Unión Soviética, estuvo vigente hasta fines de 1941. El triunfo se daba por descontado y desde el punto de vista de los perpetradores era una solución óptima porque los judíos iban a perecer en el medio de la nada, de hambre, frío, o extenuación, y los que sobrevivieran iban a ser fusilados. El plan fracasa por la derrota contra la Unión Soviética, y parte de la razón por la que, en mi humilde opinión, este plan fue infravalorado por los historiadores, fue porque muchos de ellos, un tanto ingenuamente, tomaron como verdaderas las confesiones de posguerra de los jerarcas y genocidas nazis, que hicieron referencia a la Solución Final, es decir el exterminio en los Campos, para salvar su propio pellejo, demostrando que solo cumplían órdenes. El aporte que yo realizo, y que está teniendo cierta repercusión a nivel internacional, es que yo utilizo para la investigación de los sucesos la indagación judicial. En mis veinticinco años de ejercicio de la magistratura, aprendí a desconfiar de los dichos de los imputados, con lo que para esta obra yo marginé por completo las confesiones de los jerarcas nazis, intentando entender las razones por las que, si la Solución Final fue decidida en junio de 1941, los Campos de extermino recién comenzaron a funcionar casi un año más tarde. Y de esta forma las piezas del rompecabezas empezaron a encajar mucho más armónicamente.

¿En que beneficiaba a los jerarcas ocultar el plan Siberia?
En sus declaraciones, Adolf Eichmann, Rudolf Hoess, Franz Stangl, y Otto Ohlendorf, utilizan la misma estrategia, que es adelantar la fecha en que Hitler y Heinrich Himmler deciden la Solución Final. Eichmann por ejemplo señala que Himmler se la comunica en el verano de 1941, y esto se hace para tapar el plan Siberia, ya que si la Solución Final empezó en junio de 1941, la atención de los historiadores va a estar puesta en la Solución Final y en el advenimiento de los Campos de Exterminio, y en consecuencia lo único que estos funcionarios nazis hicieron fue cumplir órdenes. En cambio, si la decisión fue posterior al plan Siberia, como está probado, quiere decir que está gente había llevado adelante iniciativas propias, que no estaban cubiertas por ninguna orden general. Además, está probado que desde el mismo comienzo del régimen nazi hasta su final, si bien muchos ámbitos estatales participaron del genocidio, la corporación de las SS integrada por Eichmann, Heinrich Muller Heinrich Himmler y Reinhard Heydrich lideraron el proceso y coordinaron cada una de sus etapas. 

Todo lo que estamos hablando fue posible gracias a los adelantos tecnológicos y la burocracia del Estado moderno ¿Fue posible revertir esa derrota de esta Razón Instrumental o cree que continúa hasta nuestros días?
Creo que occidente no ha aprendido las lecciones que debería haber tomado de Auschwitz, en parte por negación y en parte por no querer ver y seguir manteniendo esta idea de un grupo de psicópatas. Creo que no se ha recogido el imperativo categórico que impuso Theodor Adorno, en el sentido de que necesitamos revisar todo nuestro paradigma científico, porque todas las ciencias participaron de Auschwitz. Con solo contemplar el arsenal atómico que hay actualmente en el mundo y los genocidios que se sucedieron después de la Segunda Guerra Mundial, incluso en Europa en el caso de la ex Yugoslavia, podemos ver a las claras que la humanidad sigue asistiendo a una evolución ciega de la técnica, desprovista de su acompañamiento moral.
 


El nazismo y la dictadura
Desde su asunción como juez federal, Rafecas ha llevado a juicio diversas causas por delitos contra la humanidad cometidos durante la última dictadura militar. De hecho, afirma que su libro sobre el Holocausto fue trabajado con la metodología con la que trabajó la causa del Primer Cuerpo del Ejército durante el Proceso argentino, Consultado por las principales similitudes y diferencias que encontró en ambas matanzas, Rafecas afirma que “En principio, como principales diferencias, puedo señalar a la escala. Tenemos seis millones de víctimas contra treinta mil detenidos desaparecidos. Basta con imaginar que significó esto último en la Argentina para tener una dimensión de la tragedia del pueblo judío. La segunda diferencia clara es la aparición del Campo de exterminio, una institución radicalmente nueva en la historia de occidente, sin nada que se le pueda comparar. En el caso de las similitudes, se puede ubicar a los Campos de de concentración o Lager del nazismo y los Centros clandestino de detención de la Argentina, donde se efectuaba un rápido proceso de deshumanización y despersonalización de la víctima. También, el antisemitismo en sí mismo, que también proliferaba en los Centros clandestinos de la Argentina, donde el ser judío conllevaba un especial ensañamiento en la tortura y mayores probabilidades de ser asesinado o desaparecido. Está probado de hecho la simpatía y hasta el fanatismo que tenían por regímenes como el nazista o fascista represores de todos los niveles en nuestro país”.
 

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