Kristallnacht: La noche del quiebre

Posteado el Mié, 10/11/2010 - 19:55
Autor
Matthew LaGrone
Fuente
JCCenters.org

 

Nunca jamás me preguntes lo que vi”, le dijo un hombre a su joven hija. El padre había vuelto a casa luego de pasar meses en el campo de concentración de Dachau después del pogrom de la Kristallnacht. Cincuenta años después, la hija le hizo la misma pregunta, y recibió la misma respuesta. (1)

Los números de la Kristallnacht son asombrosos: 91 judíos asesinados, 7500 tiendas de judíos destruidas y cientos de viviendas y sinagogas arruinadas por actos de violencia organizados y espontáneos en la Alemania nazi el 9 y 10 de noviembre de 1938. Después, miles de hombres judíos (por lo menos 25.000), como el que aparece en la fotografía de arriba, fueron detenidos sin motivo y enviados a campos de concentración, donde muchos murieron de enfermedades, problemas de salud o suicidio. La consecuencia principal de la Kristallnacht fue que los judíos alemanes quedaron aun más excluidos de la sociedad, especialmente de la mayor parte de los sectores de la economía. Los nazis atacaron casas particulares y personas, pero en general la violencia estuvo dirigida a los comercios judíos. Los graves daños ocasionados a estos comercios no eran solo actos de destrucción sino también una forma de “política simbólica”: la intención de los líderes nazis era demostrar que los judíos no tenían estatus jurídico en la sociedad alemana. La humillación social de los judíos alemanes mediante la reducción de su posición económica fue clave en su marginalización sociocultural.

El historiador Hermann Graml enumera varias etapas de la deshumanización nazi del judaísmo europeo: la primera etapa fue “la inversión de la emancipación” durante los primeros años del Reich (1933-1935), cuando se vieron reducidos los derechos civiles de los judíos —que los judíos son ciudadanos con igualdad de protección social, económica y política, que era la promesa bienintencionada de la Emancipación—. Graml denominó a la segunda etapa (de 1935 a 1937) el “aislamiento” de los judíos alemanes: pasaron a ser no ciudadanos; no gozaban de ningún derecho, y por ende no podían hacer reclamos al estado. La tercera etapa fue la “expropiación” (1937-1938), cuando los nazis les quitaron a los judíos alemanes los bienes líquidos y materiales. La Kristallnacht representó el punto culminante de esta etapa. (2) ¿Pero qué serie de eventos hicieron posible la Kristallnacht? Analicemos esta cuestión.

Tras las elecciones alemanas de 1933, el gobierno nazi restringió los derechos de los judíos alemanes: al principio los rebajó a ciudadanos de segunda clase, y al final hizo de ellos forajidos —o sea, un pueblo sin la protección de los derechos jurídicos—. A mediados de 1938, los nazis obligaron a los judíos a llevar carnés de identificación donde constaba que eran judíos, lo que los diferenciaba de sus compatriotas gentiles. Unos meses después, el gobierno decretó la deportación de todos los judíos polacos que residían en Alemania. Las expulsiones anteriores habían eximido a los ancianos y a los enfermos, pero esta expulsión no. Los judíos polacos eran aproximadamente 20.000. Expulsados de sus hogares, metidos en trenes apiñados y enviados al este, a estos judíos se les negó el ingreso a Polonia, y quedaron básicamente sin patria —y por extensión, sin derechos— en la frontera con Polonia. Abraham Joshua Heschel, quizá el teólogo judío más importante del siglo XX, era uno de ellos. Los Grynszpan, una familia judía polaca de Hanover, también fueron deportados. Su casa y su comercio pasaron a manos de los alemanes, y se les permitió partir con poco más que la ropa que llevaban puesta. Uno de los hijos, Herschel Grynszpan, estaba viviendo en París con un pariente en ese momento. Cuando se enteró de que su familia había sido expulsada de Alemania, Herschel se enfureció. El 7 de noviembre, una semana y media después de la deportación de su familia, fue a la Embajada de Alemania en París con intención de asesinar al embajador, Johannes von Welczeck. Como von Welczeck no estaba disponible, Grynszpan le disparó a Ernst vom Rath, un diplomático de menor nivel, y lo hirió de muerte.

Las autoridades nazis, lideradas por el ministro de Propaganda Joseph Goebbels, usaron la muerte de vom Rath para justificar la violencia pública contra los judíos, un castigo colectivo. Goebbels hizo ver el asesinato de vom Rath como un ataque a la entidad colectiva alemana, a todo el pueblo alemán, y por ende, como algo que debía vengarse. Los periódicos arremetieron contra las “conspiraciones” judías para socavar al Reich. (Los pocos periódicos judíos que todavía se publicaban en Alemania fueron cerrados por las autoridades el 8 de noviembre). Los líderes de partidos locales organizaron ataques y el gobierno dio instrucciones a la policía de no intervenir con los ataques a las personas y a los inmuebles. Aunque Goebbels y otros querían hacer pasar los eventos del 9 y 10 de noviembre como una defensa espontánea del orgullo alemán contra las intrigas de los judíos, la violencia fue calculada y no habría ocurrido si el gobierno no la hubiera aprobado.El nombre que se le dio a esta erupción de violencia pública, Kristallnacht (Noche de Cristal), tiene una historia complicada. Kristallnacht fue el nombre dado por los nazis al evento, un nombre con intención de burla, porque se refería solo a la rotura del vidrio del frente de los negocios, evitando toda indicación de daños humanos relacionados con la muerte, el desplazamiento geográfico y la exclusión social. Al referirse solo a la pérdida monetaria, el nombre Kristallnacht para muchos oculta las intenciones letales del gobierno nazi. Otros dicen que el término contiene mucha información: fue y es un signo de la brutalidad nazi que no oculta las intenciones de los nazis. Así, nuestra imagen mental de la Kristallnacht abarca más que vidrios rotos; también presenta vidas rotas. Sin embargo, en la Alemania contemporánea, el nombre casi no se usa en periódicos y otros medios porque surgió de los nazis. Según Y. Michal Bodemann, lo han convertido en un “tabú”. (3) Desde fines de los 1970 el nombre público alemán de la Kristallnacht ha sido “Reichspogromnacht” (la noche de un pogromo avalado por el estado). Por otro lado, fuera de Alemania, Kristallnacht siempre fue el nombre dado comúnmente a los eventos del 9 y 10 de noviembre.

El 9 de noviembre tuvo una gran resonancia simbólica para el partido nazi, y la violencia desatada ese día de 1938 no fue accidental. El 9 de noviembre de 1918, el Káiser Guillermo II abdicó, lo que marcó el fin de la monarquía en Alemania. Para Hitler y sus simpatizantes, fue una traición, una hora oscura del alma alemana. El 9 de noviembre de 1923, Hitler y sus seguidores intentaron tomar el poder en Munich (lo que se conoce como el Putsch —golpe de estado— de la Cervecería), pero Hitler fracasó y fue arrestado. Estando preso en Bavaria, escribió Mein Kampf.

Tras la violencia, se planteó la pregunta de cómo pagar las tareas de limpieza de los inmuebles destruidos en muchas de las grandes ciudades de Alemania y Austria. Después de varios días de saqueos y agresiones organizadas, el gobierno nazi extendió aún más los términos de la “culpa colectiva” judía por la muerte de vom Rath. Se determinó que la comunidad judía alemana debía ser jurídicamente responsable por la violencia, y por eso tuvo que pagar los daños físicos ocasionados a los comercios y viviendas. Una vez más, la víctima se veía obligada a asumir el rol del victimario. Se impuso a la comunidad una multa de 1.000 millones de marcos. (Cabe señalar que las compañías de seguro alemanas, que probablemente no eran ni más ni menos antijudías que el resto de la población, querían pagar las indemnizaciones a los comercios judíos por los daños ocasionados. El gobierno accedió con renuencia. Las compañías tenían clientes internacionales y no querían dar una imagen de poco confiables). (4) Este importe representaba aproximadamente un quinto de la riqueza judía que quedaba en Alemania. Dos semanas después de la Kristallnacht, pasó a ser ilegal para los judíos tener un comercio, y todos los comercios que hasta entonces eran judíos pasaron a manos de dueños arianos. Los judíos alemanes ahora estaban totalmente excluidos de la economía legal, y este hecho fue parte de la disminución social general de los judíos europeos que deseaban lograr Hitler y los nazis.

Los gobiernos y los medios europeos y norteamericanos no tardaron en reaccionar a la Kristallnacht, condenando el accionar de los nazis. Los medios no subestimaron la violencia; después de todo, se trataba de un acto muy público. Esto explica en parte por qué más tarde otros actos a gran escala de violencia nazi contra los judíos fueron cometidos en gran medida, aunque nunca totalmente, fuera de la vista del público. Algunos pidieron que se permitiera a más judíos inmigrar a Norteamérica, pero seguían imponiéndose cupos limitados para los nuevos inmigrantes. Sin embargo, los judíos alemanes, al menos los que encontraban la oportunidad, empezaron a buscar en cantidades mayores cualquier método de emigración. Pero el mundo ahora sabía, si no lo supo antes, que los nazis planeaban sacar a todos los judíos —aunque todavía no mediante el asesinato masivo— de las tierras controladas por alemanes.

Aunque muchos alemanes estaban a favor de este accionar o simplemente permanecían indiferentes, algunos alemanes valientes, incluyendo a miembros del clero, condenaron el barbarismo absurdo del 9 y 10 de noviembre. El pastor protestante Julius van Jan anunció desde su púlpito: “Casas de oración, sagradas para otros, fueron incendiadas con impunidad; hombres que sirvieron a nuestro país con lealtad y cumplieron su deber concienzudamente fueron enviados a campos de concentración simplemente porque pertenecen a una raza diferente. La infamia de nuestra nación tendrá seguramente un castigo divino”.(5) Van Jan fue golpeado, encarcelado y por último enviado a un campo de concentración por oponerse a la política nazi. Sin embargo, no todos los clérigos se cubrieron de gloria. El obispo Martin Sasse, según cuenta Susannah Heschel, vio en la Kristallnacht la realización del antijudaísmo de Martín Lutero. Heschel escribió: “El 15 de noviembre, a pocos días del pogromo, Sasse distribuyó un panfleto titulado “Martín Lutero sobre los judíos: ¡Fuera con ellos!” (Martin Luther über die Juden: Weg mit Ihnen!), que incluía fragmentos del famoso panfleto de Lutero de 1543, “Contra los judíos y sus mentiras”, que alentaba a la destrucción de propiedades judías. La Kristallnacht, decía, cumplía los objetivos de Lutero; los nazis actuaban como cristianos”. (6) Desde luego, Van Jan y Sasse representan respuestas extremas; la mayoría de los miembros del clero, como la mayoría de los alemanes, guardaron silencio. Muchos alemanes eran anitsemitas moderados, y creían que los judíos tenían una influencia desproporcionada en la economía y la cultura del país. Sin embargo, como señala Martin Gilbert, estos antisemitas moderados rechazaron el barbarismo gratuito de la Kristallnacht. Aunque no vieran con buenos ojos el dilema de los judíos alemanes, tampoco aplaudían activamente semejante violencia.Entonces, ¿qué relación tiene la Kristallnacht con el Holocausto? Es imposible considerarlas aisladamente. Obviamente, está la proximidad histórica: la guerra comenzó menos de un año después, y la Conferencia de Wannsee (donde se tomó la decisión de aniquilar al judaísmo europeo), poco más de dos años después. También está la proximidad política: el mismo gobierno que alentó la Kristallnacht organizó y llevó a cabo el Holocausto. Pero hay diferencias. Como señala Ian Kershaw, la Kristallnacht es el único ejemplo durante el gobierno del nacionalsocialismo, de 12 años, de que “el pueblo alemán estuvo frente a frente con la aplastante ferocidad del terror antijudío”(7) a plena vista del público. Semejante embestida de violencia parece más cercana a la masacre de los judíos de Renania durante las cruzadas que parte de un plan sistemático para aniquilar a todos los judíos. Otra diferencia: los campos de exterminio que vendrían después generalmente estaban fuera de Alemania y lejos del público. Sin embargo, el uso de violencia pública no tuvo repercusiones a largo plazo para los líderes nazis, y por eso se sintieron confiados para aprobar medidas más severas en el futuro. El “tabú” de la violencia activa, pública y apoyada por el gobierno en el seno de Europa “se había roto”.(8) Además, el gobierno había robado la propiedad privada de los ciudadanos, un absoluto escándalo en una democracia liberal occidental. Los nacionalsocialistas sabían que tenían impunidad para casi cualquier accionar. Los ciudadanos comunes alemanes no se interpondrían.

Debemos tener cuidado de no leer la historia hacia atrás; es decir, el Holocausto no fue un resultado directo de la Kristallnacht ni una consecuencia inevitable, pero el pogromo aumentó la posibilidad de que se produjeran eventos peores en el futuro. Desde luego, las condiciones que hicieron posible el Holocausto se estaban formando. La Kristallnacht representó el final de una era de conducta antisemita y el comienzo de otra. Sin embargo, esta nueva era de antisemitismo sería ideológicamente mucho más pura y letal.

En noviembre de 1938, los judíos alemanes estaban completamente privados de sus derechos: el derecho de tener propiedades obtenidas legalmente, el derecho de estar libres de temor físico y los derechos humanos naturales les eran negados. La Kristallnacht enseña en miniatura lo que el Holocausto enseña de manera más general: que los derechos human importan, y que existen con anterioridad a cualquier estado.

(1) Gilbert, Martin. Kristallnacht: Prelude to Destruction (Nueva York: HarperCollins, 2006), 139.
(2) Graml, Hermann. Antisemitism in the Third Reich (Oxford: Blackwell, 1992), passim.
(3) Y. Michael Bodemann, “Reconstructions of History: from Jewish Memory to Nationalized Commemoration of Kristallnacht in Germany” en Jews, Germans, Memory: Reconstructions of Jewish Life in Germany (Ann Arbor, MI: University of Michigan Press, 1996), 190.
(4) Ver http://econlog.econlib.org/archives/2009/08/insurance_reput.html
(5) Citado en Anthony Read y David Fisher, Kristallnacht (Nueva York: Times Books, 1989), p.125.
(6) Heschel, Susannah. “Kristallnacht and Its Aftermath within the German Protestant Church”, The Jewish Quarterly (invierno de 2008) n°. 212.
(7) Kershaw, Ian. Hitler, Germans and the Final Solution (New Haven: Yale University Press, 2008), p. 173.
(8) Steinfels, Peter. “The Road to Extermination: Kristallnacht Lessons Pondered by Historians” New York Times del 9 de noviembre de 1988. Consultado en http://www.nytimes.com/1988/11/09/us/the-road-to-extermination-kristall…

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